Por: Emily Piña
Estudiante 1ro BGU
Reportera ¨El Observatorio¨
Se sienta en mis ramas, bebe mi savia y, cuando cierro
los ojos, lo escucho reír en silencio. Dejé que agujas de abono, líquidos
fertilizantes transparentes entraran en mí como rayitos de luz. Entonces volví
a sentir el sol, a saborear el agua fresca con mis raíces débiles y dispuestas
y cuando por fin mis hojas empiezan a brotar, regresa él sin piedad, como si
conociera mis escondites más secretos o mis miedos de volver a tenerlo. Llega
otra vez y no me sorprende, con el tiempo aprendí a vivir con él, a hablarle en
voz baja, darle mi espacio y mi tiempo. Él se alimentaba de mí y cada victoria
de él era apenas unos cuantos puntos para mí por resistir. La desnudes de mis
hojas le pertenecen, mis ramas partidas le pertenecen, he aprendido a vivir con
él tanto, que incluso mi ausencia le pertenece. Hoy su sombra me cubre
totalmente y pienso que la única manera de desalojarlo, es mi ausencia.