sábado, 24 de junio de 2023

GRACIAS POR TANTO, OCTAVO ¨A¨

 

Por: Mateo Sebastián Silva Buestán

Profesor de Lengua y Literatura


Conocido es el adagio que predica que, antes de entrar a la mar, el río tiembla y razón lleva. La misma razón que argumentaron varios pedagogos -de cuyos nombres no quiero acordarme- en tanto a la afirmación que cada curso es el reflejo de su tutor y que cada tutor se lleva algo de sus encargados, en una situación similar a una relación de cómplice mutualismo. 

Ustedes, Octavo ¨A¨, han demostrado que esa, entre otras disparatadas ideas, son ciertas.

Me llevo, imperecedero, su buen recuerdo, a la vez que siento entrañable su presencia y sufro su ausencia. Mi intención aquí no es alabar o atacar a los referidos; simplemente, deseo expresar mi sincero sentir y agradecer por semejante experiencia que me dejan. Espero, en algo, mi labor les haya servido. 


Así es, nosotros plasmamos y nos mantenemos en que, pese a todo: ¨ Menos mal que con los rifles no se matan las palabras¨.

Con este motivo, les dedico un texto realizado y publicado hace semanas, un microrrelato basado en ellos y ellas. Octavo ¨A¨, ustedes bien sabrán a qué nos referimos. 

Bon voyage, queridos míos!


El Da Vinci del pupitre

In memoriam vuestra 

La silla de ¨Sofía¨ amaneció, misteriosamente, con un enorme dibujo que ella no entendía muy bien: dos círculos ovalados divididos por lo que parecía un gran baguette. Ante la estupefacción de sus amigas y las risitas burlonas de sus compañeros, ¨Sofía¨ decidió dar aviso a su profesor encargado. Al ver y reconocer tan explícita obra de arte en la silla de una de sus alumnas, el profesor, rojo de vergüenza y sin palabras, no tuvo más remedio que suspender la clase, separar a las chicas del salón y quedarse solo con esos inquietos, curiosos pre-pubertos. Ya solo entre varones nadie se atribuyó la famosa pintura; el autor, pese a todas las amenazas individuales y colectivas, prefería mantener el anonimato y dejar que su arte, tal cual las pinturas rupestres -tema recién abordado en clase- se le atribuya al hombre y no a la mujer. ¨ ¿Por qué los hombres dibujan penes de todos los colores y tamaños? ¨, cavilaba atónito el profesor a la par que veía en los ojos de sus alumnos su vivo reflejo, pues él, en su lejana adolescencia, luego de una clase de Arte, hubo de ganarse el apodo de ¨El Da Vinci del pupitre¨






        

    


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