Por: Mateo Sebastián Silva Buestán
Profesor de Lengua y Literatura
Conocido es el adagio que predica que, antes de entrar a la mar, el río tiembla y razón lleva. La misma razón que argumentaron varios pedagogos -de cuyos nombres no quiero acordarme- en tanto a la afirmación que cada curso es el reflejo de su tutor y que cada tutor se lleva algo de sus encargados, en una situación similar a una relación de cómplice mutualismo.
Ustedes, Octavo ¨A¨, han demostrado que esa, entre otras disparatadas ideas, son ciertas.
Me llevo, imperecedero, su buen recuerdo, a la vez que siento entrañable su presencia y sufro su ausencia. Mi intención aquí no es alabar o atacar a los referidos; simplemente, deseo expresar mi sincero sentir y agradecer por semejante experiencia que me dejan. Espero, en algo, mi labor les haya servido.
El Da Vinci del pupitre
In memoriam vuestra
La silla de ¨Sofía¨ amaneció,
misteriosamente, con un enorme dibujo que ella no entendía muy bien: dos
círculos ovalados divididos por lo que parecía un gran baguette. Ante la estupefacción de sus amigas y las risitas
burlonas de sus compañeros, ¨Sofía¨ decidió dar aviso a su profesor encargado. Al
ver y reconocer tan explícita obra de arte en la silla de una de sus alumnas,
el profesor, rojo de vergüenza y sin palabras, no tuvo más remedio que
suspender la clase, separar a las chicas del salón y quedarse solo con esos
inquietos, curiosos pre-pubertos. Ya solo entre varones nadie se atribuyó la
famosa pintura; el autor, pese a todas las amenazas individuales y colectivas,
prefería mantener el anonimato y dejar que su arte, tal cual las pinturas
rupestres -tema recién abordado en clase- se le atribuya al hombre y no a la
mujer. ¨ ¿Por qué los hombres dibujan
penes de todos los colores y tamaños? ¨, cavilaba atónito el profesor a la
par que veía en los ojos de sus alumnos su vivo reflejo, pues él, en su lejana
adolescencia, luego de una clase de Arte, hubo de ganarse el apodo de ¨El Da Vinci del pupitre¨.
jajaja ahora es muy claro todo :)
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