Por:
Joaquín Sánchez
Vicepresidente
Consejo Estudiantil y estudiante 2do BGU
Cuando
la vida, en su furia ciega,
despliega
un vendaval de oscuridad,
y el
corazón, abrumado, se llega a doblegar
bajo
el peso de la bruma que lo acecha.
Cuando
el golpe es tan fuerte y tan severo,
que
parece quebrantarte por completo,
y el
alma se tiende a preguntar
sí
habrá fuerza capaz de reparar esta grieta.
Entonces,
mira bien, en la penumbra,
no lo
hondo de la caída, sino la luz que espera:
la
resiliencia es luz que se acostumbra
a
renacer del lugar más oscuro posible.
No es
renegar ante el dolor de la herida,
es
sentir esa bruma, y a pesar de todo, avanzar;
es esa
fibra que, aun rota, se despierta
con
una terquedad sublime para volver a amar.
Es el
roble que cede ante la crecida,
pero
jamás olvida su raíz,
esa
cicatriz que ve honradamente esa
batalla
que convierte en aprendizaje.
Es esa
fuerza, a veces muda,
que te
dice: ¨levántate, ponte de pie¨.
Es el
diamante que se forma ante
tal
presión, puro y más brillante que el que sea.
Que el
dolor no te defina, que el
miedo
no te ancle a ese pozo oscuro.
Se
debe recordar que después de
la
tormenta, viene la calma.
Así
nuestro espíritu, fuerte y noble,
se
endereza y observe:
que la
vida no es la ausencia de la muerte,
sino
el arte de ver la belleza.

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