Por: Johnny Guamán
Estudiante 3ro BGU
Capítulo V
… Aquel
genocida con su bigote tan chistoso, de camarero. Lo ignoró y siguió caminando,
viendo a Benito Mussolini, Iósif Stalin y más dictadores y un par de filósofos,
entre ellos reconoció a Diógenes que estaba en una esquina con unos harapos,
conversaba con su sombra, se preguntaba si la vida no tiene sentido la muerte
es un enigma. Lo dejó y siguió su
camino. Le llamó la atención un letrero negro con letras rojas que decía ¨cocina¨,
sus ojos brillaron, pasó saliva por su garganta, se secaba las manos en la
pared, decidió entrar a comer algo.
Vio a
cucarachas humanoides con ropa de cocineros preparando platillos para aquellos que
estaban en las mesas, quienes con sus cubiertos pedían más comida, no se
saciaban. Lo que más le llamó la atención es que la carne que servían no era de
animales, sino carne humana. Se podían ver claramente pies, manos, cabezas e incluso
había un torso colgado que lo ocupaban como simple basurero. Las cucarachas lo ignoraban
por completo; asqueado, apartó la mirada. De la nada, una puerta que estaba
atrás, sonó de golpe, era un jabalí humanoide que traía los cuerpos, los dejaba
en un cuarto helado, los descuartizaba, los ponía en un gancho y los colgaba. Vomitando
se fue, salió del restaurante, no entendía cómo aquellos que estaban en el
restaurante podían comer sin sentir nada por otros humanos, intentaba olvidar
esas escenas. Caminó por un lugar desconocido, caminó hasta encontrar un árbol
que se notaba a leguas que era un árbol de ese fruto que parecía tan jugoso,
que mientras se lo comía solo pensaba en su gozo.

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