Por: Mgtr. Denisse Estefanía Dután Criollo
Docente,
2do EGB
A
diario las personas afrontamos diversas situaciones en las que debemos reaccionar
y ¨responder¨. Acorde pasan los años,
dichas situaciones se van complicando y, para salir bien librados, tenemos que fortalecer
nuestros mecanismos cognitivos que nos permitan solucionar de manera adecuada,
para así comportarnos según los criterios aprobados por la sociedad.
Las
Funciones Ejecutivas (FE) son aquellas habilidades que ¨permiten analizar qué es lo deseamos, cómo conseguirlo y cuál es el
procedimiento para lograrlo, guiados por nuestras propias pautas sin depender de
indicaciones externas¨. A nivel educativo, una buena forma de promover estas
FE es centrarnos en la transferibilidad de los procesos ejecutivos que utilizan
los estudiantes, desde sus posibilidades, para la resolución de tareas de la
vida cotidiana. De hecho, es en el entorno natural donde se pone en evidencia
el desarrollo y apropiación de dichos procesos.
Específicamente,
una de las FE que se busca potenciar es la memoria de trabajo. Esta permite la
manipulación, la transformación de la información -que el estudiantado recibe
en ese momento-, es decir una consigna o instrucción, que se le da al estudiante
en un tiempo determinado y la respuesta que el estudiante emite para dicha
instrucción. Uno de los aspectos claves para lograr lo ya citado es a través
del aprendizaje vivencial y los niveles de apoyo.
Los
niveles de apoyo hacen referencia a: preguntar, explicar, incitar, mostrar y
guiar a los estudiantes de manera gradual y de acuerdo a las características,
posibilidades y el desenvolvimiento de cada uno en función a la actividad que
se le presente. Estos, a su vez, proponen maximizar la participación activa de
la persona ante una tarea. Por su parte, el aprendizaje vivencial, es el que brinda
espacios a los estudiantes en donde sus conocimientos están en acción, para
ello es imprescindible fomentar su parte emocional, por medio del reconocimiento
de la importancia de lo que están aprendiendo y vincularla a su contexto,
hacerlo significativo.
En
este sentido, el papel del docente como mediador cobra vital importancia, pues
es quien debe conocer las habilidades cognitivas de sus estudiantes, sus intereses,
su contexto, entre otros, así de relacionarlas de manera significativa con los
contenidos propios del nivel de enseñanza. He aquí el momento cuando el docente
se convierte en un investigador de su propia práctica educativa y no únicamente
en un transmisor de conocimientos.
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