Por:
Lic. Viviana Castrillón V.
Docente
de Inglés y tutora 10mo EGB
Cuando
crecemos se nos repite que la vida la tenemos a nuestra disposición, que el
tiempo está a nuestro favor y la juventud es una llave maestra capaz de abrir
cualquier puerta.
En
este pequeñísimo camino que voy recorriendo, estas palabras cobran más sentido
y me convenzo cada día de que la ignorancia de alguna forma nos libera, porque
cuando entiendes que realmente eres joven y las responsabilidades que
desempeñas aún no son ni la mitad de lo que serán, entra la culpa por sentir
cansancio, el remordimiento por quejarte y el afán por atesorar cada momento.
Como si el almacenamiento de la nube de mi mente esté a tope y deba empezar a
seleccionar qué se queda y qué se va, qué quiero seguir recordando y qué no
vale más la pena.
Sin
duda mi paso por la escuela y el colegio me dejaron anécdotas, experiencias,
amistades, valores y sinsabores, pero me sobresalta las imágenes borrosas que
proyecta mi memoria de aquellos años. Encuentro pasillos con sombras, no con personas,
hay voces y risas sin rostro, consejos y palmadas en la espalda de figuras
altas que se desvanecen en cuanto levanto mi cabeza. Y de repente están
particulares personajes con un tono de voz específico, manos largas y delgadas,
olores particulares, que se posicionan en mi memoria como protagonistas de los
escenarios más grises de mi infancia. Recuerdos tan lúcidos que me transportan
con calidad 4K a los momentos más infames.
¡Cuán
ingrata y satírica eres memoria mía!
Hoy
de alguna forma e irónicamente vuelvo a los uniformes de 7 a 3, a los timbres
de cambio de hora, esquelas y recreos. Pero ahora soy quien no se puede dormir
al fondo de la clase, quien no se puede olvidar el deber, soy la ¨Our Father¨. Cuan efímeras son las
horas de clases y qué permanentes llegan a ser las conversaciones dentro de
ellas. El arte de enseñar a diario me acorrala sin éxito hacia la
introspección, la madurez y la inteligencia emocional.
Mi
mayor respeto y aprecio a quienes han aceptado esta vocación, pues es verdad: ¨La educación es cuestión del corazón¨. Sin
duda qué responsabilidad tan grande el ser parte de la vida de las masas más
jóvenes, qué honor entrar a la memoria de los demás y qué temor de pronto ser
protagonista de anécdotas de infancias ajenas en la sobremesa.
¿Cómo
llenar los zapatos de una mujer que sin esfuerzo enciende de sonrisas los
corazones y llena de cariño a las juventudes ¿Cómo llenar los zapatos de un
hombre sin calzado que merodea sus memorias? ¿Cómo superar expectativas de un nombre
sin rostro?
Aunque
cada día encuentro más dudas que respuestas, creo que al final intento aprender
a aprender. Aceptar que estoy aprendiendo y entender que nunca se termina de
aprender, mucho menos terminamos de entendernos. Aprender que no soy, ni seré,
se me olvida.
La vida es la vida y hay que vivirla con optimismo y entusiasmo. Buen profe!
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