Por: Angélica Lituma Zhunio
Estudiante, noveno EGB ¨A¨
Todo comenzó con una navaja bailando sobre mi piel. Mis
ojos veían mi sangre salir como miel. Esconder las cicatrices se volvió
matutino, que me ardieran las heridas era mi castigo. Me preguntaban por qué no
me descubría los brazos. Pero si lo hacía, pensarían que yo era un fracaso. Pensé
que al hacerlo acabaría mi dolor, pero con el pasar del tiempo se volvió una
adicción. Creía que podía parar, pero mi cerebro y mi corazón no quisieron
ayudar.
Querida Angelica que bueno que puedas expresar por este medio tu sentir recuerda que somos imagen y semejanza de Dios y el es nuestro mejor amigo, acércate y confía en el Él
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