jueves, 4 de septiembre de 2025

CUENCA ENTRE ESPERANZAS Y ABUSOS

Por: Edward Álvarez

Estudiante 2do BGU y miembro Club de periodismo

Basta, carajo.

Ya estoy harto. Estoy harto de ver a las personas sufrir. Estoy harto de ver a ellos llorar. Estoy harto. Ya no quiero verles llorar. Ya no quiero verles sufrir.

Estoy harto, carajo.

Harto de que cada que les veo, les vea peor. Estoy harto de que cada que llego, les veo sufrir. ¡Ya no más, ya no más!

La Feria Libre, el lugar más triste. Odio ver a esas personas sufrir. Estoy harto.

¿Por qué los niños tienen que trabajar? ¿Por qué los ancianos tienen que seguir sufriendo? Estoy harto. Estoy harto de que cada vez les veo sufrir. Estoy harto.

¿Por qué? ¿Por qué simplemente no les ayudamos? ¿Tanto nos cuesta?

¿Por qué les maltratamos? ¿Tanto nos gusta?

¡Carajo, escúchame! Ya estoy harto de ser una voz en silencio. Ya estoy harto de no ser escuchado. ¡Ya estoy harto!

¿No entienden que ellos sufren? ¿No entienden que ellos no pueden?

Ahora nos hartamos de estar bien, de poder comer, de tener dónde vivir, de tener tantas cosas. ¿De qué te sirve si tu corazón está podrido? ¿De qué te sirve? Dime, ¿de qué te sirve tener casa, carro, comida, si tu alma está podrida?

Dime, ¿cuándo piensas en ellos? ¿Cuándo piensas en el dolor que sufren?

Dime, ¿cuándo piensas en aquellos ancianos que con una voz suave te dicen “compre, patroncito/patroncita”?

¿De qué nos sirve decir que ya no estamos en esas épocas donde el mestizo era pegado, donde el indígena era azotado, maltratado, si aun así seguimos viéndoles como escoria?

Maldita palabra. Malditos sean.

¿Por qué? Y esto va a ti, que sé que algún día me escucharás, que algún día entenderás: ¿por qué? ¿Por qué tuviste que quitarle su canasta a aquella viejita?

¡Maldito! ¿Acaso no te da pena haber visto cómo sus lágrimas caían al piso?

¡Maldito! ¿Acaso no tienes educación?

Yo sé, yo entiendo, pues sé que es tu trabajo, pero ¿ya no? ¿Dónde quedaron los modales?

Ahora no te hagas el desentendido. Mira los ojos de aquella anciana.

¡Maldito! Te excusas diciendo que le dijiste que se aleje, que no puede vender. ¿Acaso el sol no es para todos? ¿Acaso ella no tiene el derecho de tener, aunque sea, una comida en la mesa?

Sí, aunque una mesa pobre, aunque una comida sencilla, pero ella… ella es más buena que tú.

 

¡Carajo! Ahora este mundo está mal.

Díganme, ¿acaso es justo que una señora esté en el piso suplicando?

¿Acaso es justo que un niño esté vendiendo?

¿Acaso es justo?

Díganme, respondan. ¿O acaso se callarán como siempre?

¿Dónde están esas palabras que siempre dicen?

“Ayuda a tu hermano. Hoy por mí, mañana por ti.”

Pura hipocresía.

“Hoy por mí” siempre será. Entonces hoy por mí, sí.

Sí, lo sé, a todos nos puede pasar algo hoy.

Pero es algo muy triste saber que, aun así, siempre nos ponemos primeros.

¿De qué nos sirve ir todos los domingos a misa si nuestra alma está podrida?

Dime, ¿alguna vez ayudaste a alguien?

Y no me refiero a “ayudé a mi amigo”, “ayudé a mi familia”.

¡No!

¿A alguien necesitado?

Maldita palabra. Nadie debería estar en esa situación.

¿Alguna vez has ayudado a alguien de la calle, dándoles un plato de comida, ayudándoles, escuchando su historia?

Créeme que si tan solo la escuchas, te darás cuenta lo privilegiados que somos.

Sí, somos. Porque no leerías esto si no tuvieras internet, casa, celular.

Sí, somos privilegiados.

¿Pero a qué costo?

Maldigo cada momento en que estas personas sufren.

No saben el dolor que da ver a un anciano dormir en un parque, en el frío de una banca.

No saben lo feo que se siente.

¿Y qué hacemos? Nada.

Nos callamos y nos vamos a dormir, ¿dónde?

En una cama, bien tapados, mientras ellos ni siquiera comen, donde pasan frío.

Desde hoy prometo, cada día, cada momento de mi miserable existencia, intentar hacer lo que pueda.

Así sea un pan, así sea una cobija, así sea ayudarles a encontrar un trabajo digno.

Pero ya no los quiero ver sufrir.

Lo intenté una vez. Créeme.

No sabes lo lindo que es ver a un niño, por primera vez, recibir un juguete.

No sabes lo lindo que es dar una canasta de comida a un anciano.

No sabes las lágrimas que vi, no sabes los abrazos que sentí.

Unos abrazos llenos de bondad, de amabilidad.

No sabes lo que sufren, lo que viven, lo que lloran.

Ahora me pregunto:

¿Aun así, leyendo todo esto, aun así, contándote todo lo que te digo, entenderás un poco del dolor de ellos o solo lo olvidarás…?

Este mundo ya no da para más.

El rico abusa.

El pobre sufre.

El mundo está mal.

Intentemos. Háganlo.

Vayan a un orfanato o busquen a los ancianos y regálenles una sonrisa.

Quizás no con miles de maravillas, sino con lo que tu corazón desee.

Espero algún día volver a poder ayudarles, porque les veo llorar, les veo sufrir.

Y tú… tú, que aún recuerdo tu nombre…

Te juro que el dolor que sufrió aquella anciana algún día lo pagarás.

No seré yo.

No será nadie.

Será el tiempo el que cobre todo.

1 comentario:

  1. Se siente claramente la incomodidad, la tristeza y el enojo en tus palabras. Son esos contrastes y golpes de razón en la vida lo que nos hace pensar en cuan mal están tantas cosas y cuánto nos hemos corrompido como sociedad. La lucha es inmensa, los enemigos reales son muy grandes, sistemas enteros que oprimen y controlan más de lo que nos imaginamos. Pero no desfallezcas, ninguno de ustedes. Estudien, investiguen y descifren las estrategias para detener el deterioro de nuestra sociedad, de nuestra gente, de nuestra tierra!

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