Por: Lcda. Suzzett Díaz
Docente,
4to ¨A¨
El
principal rol del docente: enseñar, inspirar y motivar, o eso dicen; así que nos
preguntamos ¿realmente se está cumpliendo en estos tiempos?
La
docencia, lejos de ser una labor exclusivamente pedagógica, se ha visto cada
vez más empañada por una creciente carga administrativa. Esta situación, más
allá de ser un hecho aislado, se ha convertido en una problemática generalizada
que afecta a los docentes de cada nivel educativo en todo el mundo. La
sobrecarga administrativa no solo resta tiempo valioso a la planificación y
ejecución de actividades didácticas, sino que también impacta negativamente en
el bienestar emocional de los docentes, generando estrés, desmotivación y
enfado profesional.
Es que
el docente pasó de ser un generador de experiencias, de ser un guía, a ser un
administrativo más, quitando tiempo y valor a lo realmente importante: los
niños. Es por ello que existe la necesidad -mejor dicho: el mandato obligatorio-
de humanizar la educación. No somos un trabajador cualquiera; educamos para la
vida, con más de treinta mundos diferentes en un aula de clase, con más de
sesenta padres de familia vigilando cada paso que damos y además con una
creciente exigencia de resultados y la presión por alcanzar determinados
estándares de calidad educativa.
Pero y
ahora ¿qué sería ser un docente de calidad? Implica ser un guía inspirador que
despierta la curiosidad y el amor por el aprendizaje en cada estudiante. Un
docente de calidad crea un ambiente de aula seguro y acogedor donde todos se
sientan valorados y respetados, pero para lograr serlo se necesita ¡¡¡TIEMPO!!!
Es una realidad sentida y compartida
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