Por: Diana Hurtado
Estudiante, 3ro BGU
Desde el 2018 está es la
realidad de miles de niños y personas en Yemen, más conocida como la guerra
eterna, haciendo que el océano rojo que los rodea ya no sea solo para el
cargamento y una ruta corta, sino que sea conocido así, por las miles de
muertes que han ocurrido a su alrededor, cada día mueren centenares de
personas, personas que no eligieron ese destino, pero que sin embargo
terminaron teniéndolo.
Dame fuego que con eso al
menos me caliento, dame agua que con eso tal vez podría vivir un poco más, no
soy terrorista, ¡soy un niño!, tengo hambre, estoy cansado, quisiera tener un
padre que pueda abrazarme, no duermo por el ruido, no juego, ni tengo amigos,
veo a mi madre llorar, está herida, vivimos en hambruna todos los días, he
visto morir gente, he visto disparos, he escuchado gritos de ayuda y he
sobrevivido a mil torturas ¿cuándo acabará la guerra? ¿O la guerra tendrá que acabar conmigo
primero? No tengo futuro más que el
morir o pelear por sobrevivir, ojalá haber nacido en los abrazos cálidos de un
hogar, tener un perro y salir a pasear, pido ayuda gritando, escúchame,
siénteme, abrázame, salva a mi madre, entierra a mi hermana, dame un poco de
agua y no me dejes bajo tierra que no quiero ser carne ni manchas en el río,
grita por mí, hazme escuchar, déjame ser libre, así que dame fuego para por fin
poder descansar.
¡Dame libertad!
Una verdad lacerante, desgarradora tantas vida truncadas, tu reporte llama a la solidaridad, llama a la oración. Gracias Diana
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