jueves, 4 de julio de 2024

LA PAZ SERÁ LA ÚLTIMA PALABRA DE LA HISTORIA

Por: Ing. Jeaneth León Misnaza Mgtr. 

Rectora


El triste y reciente pasado nos cuenta sobre dos conflictos mundiales que dejaron a la Tierra en las más putrefacta de las miserias: poblaciones diezmadas, devastadas, ciudades destruidas, inseguridad alimentaria -como consecuencia de suelos infértiles y contaminados-, además de escasos medios de producción para la supervivencia del Humano.

La Organización de las Naciones Unidas ONU nace como consecuencia de la cruenta y genocida II Guerra Mundial con el propósito de prevenir a las futuras generaciones de las irremediables consecuencias de situaciones bélicas. Esta organización surge gracias a la cooperación internacional para resolver problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario y para promover e incentivar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales sin distinción de etnia, sexo, idioma o religión.

Sin embargo, diversos medios de comunicación constantemente informan y hasta denuncian que en el seno de esta organización existen, irónicamente, discordias, odios, divisiones, ambición de poder que, por lo general, obedecen a intereses particulares, individuales o grupales. Cabe recalcar que, en algunos países, los mandamases exponen, sin consciencia alguna, a altos riesgos a su población, sin medir ni encarar las consecuencias. Las continuas reuniones y acciones en busca de la paz han sido largos períodos de fútiles diálogos de poca efectividad, por lo que se podría decir que la confianza en los procesos de mediación por la pacificación ha disminuido drásticamente.

La actual escalada de violencia y tensiones militares hacen pensar sobre un muy posible conflicto armado de gigantescas y catastróficas proporciones, razón por la que es importante traer a tiempo presenten el pensamiento y la experiencia de algunos los abanderados de la paz que durante la caravana de los años del siglo XX han realizado un verdadero trabajo, encaminados siempre a establecer cimientos duraderos de tan preciado Don. Resalta, entre ellos, la egregia figura de Juan Pablo II quien dedicó todo su pontificado a ser un constructor e incansable edificador de y por la paz mundial. Con este objetivo en mente propuso pasar de la palabrería demagógica a calar en el verdadero espíritu de la paz a nivel de la clase política y medios de comunicación, quienes más directa que indirectamente son eslabones decisivos en el camino hacia la armonía mundial.

San Juan Pablo II consideraba como factor fundamental salvaguardar y defender, en toda circunstancia, los derechos humanos imprescindibles y así convertirlos en convicciones, tanto para poderosos como para los débiles, e impregnar toda su actividad en acciones de este tipo. Para el Pontífice esta meta se podía y se puede cumplir a través de una educación paciente y prolongada en todos los niveles y sectores de la sociedad.

Ya lo dijo el Santo Padre con claridad meridiana en su mensaje de la XII Jornada Mundial de la Paz (1979):   

¨La educación a la paz debemos partir venciendo el sentimiento espontáneo de impotencia, mirando más allá de las tristes evidencias inmediatas y ver más allá de la violencia que mata, el camino discreto de la Paz que jamás renuncia y hace progresar la vida¨.

Para nuestro patrono, San Juan Pablo II, los predilectos de su corazón siempre fueron los jóvenes y depositó en ellos toda la esperanza como fieles artífices de la paz, a través de sencillos ejemplos cotidianos. Consideraba que los jóvenes son individuos dinámicos de la sociedad que, por dominio de sus pasiones, por la aceptación y el respeto mutuo, conquistan su propia paz interior y la de su entorno. Dedicó, pues, a ellos, un inmarcesible mensaje:

¨Jóvenes, sed constructores de paz. Vosotros sois artífices con pleno derecho de esta gran obra común. Resistid a las facilidades que os adormecen en la triste mediocridad y a las violencias estériles con que quieren utilizaros algunas veces unos adultos que no están en paz consigo mismos. Seguid los caminos que os marca vuestro sentido de la generosidad, de la alegría de vivir, del compartir. Vosotros deseáis invertir vuestras energías nuevas -que escapan a las discriminaciones apriorísticas- en unos encuentros fraternales por encima de fronteras, en el aprendizaje de lenguas extranjeras que faciliten la comunicación, en el servicio desinteresado a los países más necesitados. Vosotros sois las primeras víctimas de la guerra que destroza vuestro ímpetu. Vosotros sois la promesa de la paz¨.

Termina, Juan Pablo II, responsabilizando a todos los seres humanos la obra de construcción por la paz y en su oración final manifiesta que: ¨La paz será la última palabra de la Historia¨.

1 comentario: