Por: Diana Katherine Hurtado
Cevallos
Estudiante, 2do BGU
En una pequeña cabaña en medio de la noche
un cordero blanco nació,
vestido de piel,
ojos canela,
con una melodía suave y serena
aquel cordero elegido por Dios bajo del cielo.
La ira de Dios cayendo sobre los infieles,
en sueños cercanos, caminando entre hojas
al cordero mató,
desastres en forma de milagros mandó,
dentro del pueblo la gente rezaba en un árbol
de manzanas:
¨Es la música del silencio¨.
de Dios,
del diablo.
Vibrando la fe entre la soledad.
Yo te espero, dice la fe.
La luz del cielo lo sabía,
la que nunca se encontraba en el día, pero sí
en la salida.
El dolor hablaba por él.
Para que nazca el Mesías un ángel violaron
y como sagrado lo hicieron pasar,
a su hijo robaron,
a un establo lo llevaron,
le rezaron y alabaron,
el niño llorando pidió dejar de ser parte del
rebaño,
el infierno arde, le dijeron,
arde porque así lo queremos;
pero es que a Dios se lo comprendo con el
tiempo,
no se le pregunta,
no se le cuestiona.
El ángel en vez de florecer marchitaba,
en vez de dar,
la sequía dejaba.
La música es del diablo, pero con una hermosa
melodía,
si el diablo existe, no viviría en algo tan
pequeño, pero en aquella cabaña el silencio abundaba.
La tierra es santa,
pero no calmada,
el Mesías es un ángel que al final había sido
abonado por mano del santo,
aquel Mesías,
supuesto hijo de Dios,
la sangre le hervía,
pero el diablo no deja huellas, así que con el
fuego quemó lo que sentía hasta desaparecer lo que creía.
Todos son el bien y el mal y seguimos nuestro
camino, todos somos el diablo que se hace pasar por un Mesías…
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