Por: Tania Vera Cabrera
Docente Matemáticas y Tutora 9no
¨B¨
Entre reuniones familiares,
llantos y mucha incertidumbre, el cáncer tocó la puerta de nuestra familia.
Nuestra familia de seis: papá, mamá, Xavi, Fer, Suco y Tania. Papá, sí, papá
fue el elegido por esta dura enfermedad.
En el día, que lo llamaremos ¨El día uno¨, mamá lloraba, aún lo
recuerdo, había llegado del colegio en la noche y me dijo: ¨Tu papá tiene cáncer¨. Con mucha fe comenzaron nuestras oraciones
para que papá siga con vida.
Comenzó el corto o, mejor dicho,
largo camino entre citas médicas, exámenes y diferentes diagnósticos. ¨Tenemos que operarle¨, exclamó el
doctor. ¨Está bien¨, respondió mamá.
La cirugía fue exitosa. Subí con miedo las escaleras de ese tenebroso lugar
llamado SOLCA, aquel sitio en el que entras y tu cuerpo se vuelve vulnerable,
te invade la sensación instantánea de llorar, el ver mucha gente con esta
enfermedad y más aún ver a niños con tubos y oxígeno en sus pequeños
cuerpecitos.
Llegué al cuarto donde estaba, me
sentí tan pequeña al lado del él. ¨Todo
está bien¨, me dijo. Días, curaciones, citas médicas y quimioterapias
después papá parecía mejorar, hasta se veía mejor, pero no entiendo qué ocurre
con esta enfermedad… papá recayó. Mamá
siempre estuvo ahí, nunca lo dejó sólo, siempre fue aguerrida y fuerte.
El día de mi graduación del colegio
papá tenía quimioterapia, así que fui con mis hermanos. Se supone que debía ser
un día alegré..., pero ¡¿cómo?! Al fin terminó la ceremonia, solo quería ir a
casa… Llegué y mis padres aún no estaban. Lloré, ese día lloré mucho, tenía
miedo de que no regresaran los dos... Pasaron horas y finalmente el chirrido de
la cerradura reveló su presencia. Abracé a mamá y le dije: ¨ ¿Qué pasó? ¿Por qué tardaron tanto? ¨, ¨Mucha gente¨, respondió.
Pasaron los días y papá comenzó a
empeorar.
Cierto día, lo recuerdo muy bien,
mis hermanos estaban con él en su habitación cuando uno de ellos bajó muy
rápido. No sabía qué pasaba, así que decidí ir a su pieza. Papá convulsionaba,
mi corazón se rompió en pedazos, nunca había sentido tanta impotencia de no
poder, literalmente, ayudar. Mis hermanos me miraron y me gritaron: ¨Sal, sal de aquí¨, no quería, pero
sabía que no debía quedarme. Mi madre no estaba en casa, así que fui en su
búsqueda, ella estaba donde mi tía. No pude, no le dije nada, no quería que lo
viera así. Entré, me sequé las lágrimas y saludé sin más: ¨Hola mami¨, creí que lo supe disimular, pasó un segundo y me dijo:
¨ ¿Qué le pasó a tu papá? ¨ y corrió
a casa, lloraba a la par que se refería hacia mí: ¨Dime, dime¨, seguía sin poder decírselo.
No llegamos, la ambulancia se lo
había llevado. Nos reclamó por no avisarle, no supe cómo decirle que me faltó
valor.
Visita tras visita al hospital, papá
iba empeorando. El doctor nos explicó que teníamos que llevarlo a casa, que ya
no se puede hacer más por él. Nuestra familia siempre estuvo ahí, mucho cariño
para nosotros y para él, lo agradecemos mucho.
Un día, mi tía y primas llegaron
a visitarlo. Una de ellas se acercó y me dijo es hora de despedirse de él. No estaba
preparada o más bien nunca se está preparado para algo así, pero lo hice: le
agradecí y le pedí perdón, me sentí un poco más tranquila.
Pasaron pocos días, la hora
llegaba. Fui a la universidad con miedo, mis amigas fueron a verme, sentía que
tenía que evadir ese sentimiento. No quería ir a casa. Me quedé con una de
ellas. ¨ ¡Giselle, voy contigo! ¨. Fuimos
rumbo al trabajo de su mamá, en el trayecto recibí una llamada, con miedo
contesté, era mi primo.
- Prima, ¿en dónde estás?
-Por la Universidad- sentía mi
voz entrecortada.
-Te espero en la puerta
principal.
Me despedí de mi amiga, yo sentía
que mi papá falleció. Al llegar al sitio acordado, también estaba mi hermano, nos
subimos al carro y le preguntamos si mi padre falleció.
-No, sólo que tu mami quiere que
estemos juntos, todos están en tu casa.
No le creí, pero una parte de mí
tenía la esperanza de lo que nos decía era verdad.
Al llegar a casa, vi muchos
carros y familiares. Al bajarme del auto, un tío nos encontró con toda su
vestimenta negra. Lo sabía, papá falleció.
Mi hermano y yo corrimos al
cuarto de papá, pero la funeraria ya se lo había llevado. Mi madre solo nos
abrazó. ¨ ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¨,
le preguntaba…
Entendí que ya se acabó su
sufrimiento, ya nos más doctores, no más quimioterapias, no más radioterapias,
se acabó el dolor y el sufrimiento.
Teníamos que prepararnos para el
velorio y el entierro....
Cuando llegamos a la sala de velaciones,
ya estaba mucha gente. Me acerqué al cofre y no pude verle, solo quería que eso
fuera una pesadilla... Nos quedamos hasta la madrugada con él. Teníamos que ir
a casa.
-Tania, no quiero dormir sola- me
dijo mamá.
-Tranquila, mami, yo duermo
contigo- nos quedamos dormidas entre llantos.
Al siguiente día era el último
día que lo vería. Llegamos pronto, antes que todos. Me acerqué y le vi por última
vez, tenía una boina, qué elegante que estaba con su terno. ¨ ¡Adiós papá! ¨, suspiré. ¨Gracias, gracias por quererme tanto, por
ser tu mimada, tú niña¨…
No aguanté, rompí en llanto, todo
pasó muy rápido, la eucaristía, los protocolos, los pésames. Bajamos unas
cuantas gradas de la sala de velaciones hasta un lugar llamado ¨Tu casa eterna¨. Mis recuerdos son
veloces, como flashes, lo estaban enterrando, mi madre estaba devastada.
¿Cómo vamos a vivir sin ti?
Han pasado 8 años y aún te extrañamos
y te queremos demasiado. El dolor de perder a un padre nunca se supera, sólo se
aprende a vivir con ello.
Que fuerte que es profe Tania , sentí esta historia como si fuera mía y las lagrimas no faltaron ...
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