jueves, 22 de febrero de 2024

DESASIDA DE LOS ORIUNDOS

 

Por: María Paz Uguña Andrade

Estudiante, 1ro BGU

 

Vacíos que el corazón mío nunca comprendió

como la sangre del azote quedó

intereses más que vida

la vitamina del huasipungo es mi sangre,

lágrimas caían del rostro de Illapa,

muertos de tristeza, sentimiento de odio.

 

Quito, ciudad de burocracia,

mi vida sería siempre de molimiento

y ellos hieren mi piel sin remordimiento,

pero mi tez morena, trabajadora, justa nunca tendría cicatrices,

pero estas quedan en el alma ¡Ay madre mía dónde estarás!

Mi alma es como la llama del fuego,

mi sangre como el vino,

mi vida pertenecía en el suelo del huasipungo.

 

Recuerdos de golpes, pero si no paras yo tendré que hacerlo.

Mis ojos llenos de rabia, esa llama apagada enciende

la luminosidad empieza, estos ojos se abren

y mis labios se despegan y proclaman un ¡basta!,

solo el sol apoya a los buenos,

la lluvia no cesa, pero el sol si aparece,

proclama la muerte de los nuestros.

 

¿Me ves? Mi sangre ya no solo sacia al huasipungo,

sacia mi lucha, mi esperanza, mi nuna.

El cansancio ya no me puede parar, ahora puedo caminar,

ya no necesito cambiar, solo necesito mejorar,

 pero no existe una lucha si no existe alguien que escucha.

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