Por: María Paz Uguña Andrade
Estudiante, 1ro BGU
Vacíos que el corazón mío nunca
comprendió
como la sangre del azote quedó
intereses más que vida
la vitamina del huasipungo es mi
sangre,
lágrimas caían del rostro de Illapa,
muertos de tristeza, sentimiento de
odio.
Quito, ciudad de burocracia,
mi vida sería siempre de molimiento
y ellos hieren mi piel sin
remordimiento,
pero mi tez morena, trabajadora, justa
nunca tendría cicatrices,
pero estas quedan en el alma ¡Ay madre
mía dónde estarás!
Mi alma es como la llama del fuego,
mi sangre como el vino,
mi vida pertenecía en el suelo del
huasipungo.
Recuerdos de golpes, pero si no paras
yo tendré que hacerlo.
Mis ojos llenos de rabia, esa llama
apagada enciende
la luminosidad empieza, estos ojos se
abren
y mis labios se despegan y proclaman
un ¡basta!,
solo el sol apoya a los buenos,
la lluvia no cesa, pero el sol si
aparece,
proclama la muerte de los nuestros.
¿Me ves? Mi sangre ya no solo sacia al
huasipungo,
sacia mi lucha, mi esperanza, mi nuna.
El cansancio ya no me puede parar,
ahora puedo caminar,
ya no necesito cambiar, solo necesito
mejorar,
pero no existe una lucha si no existe alguien
que escucha.
Hermoso y muy sentido poema, gracias María Paz
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