Por: Suzzett Díaz
Docente, 4to EGB
Ser
una profesora migrante es pura vocación, amor y esperanza. Es la oportunidad que
tuve de compartir mis conocimientos y experiencias con los demás y de ayudar a
construir un futuro mejor para las nuevas generaciones fuera de mis fronteras.
El Ecuador
me dio la oportunidad de demostrar lo que como docente soy capaz de hacer, me
ha hecho reinventarme y ser resiliente, he podido mostrar mi esencia a mis
estudiantes, demostrar con orgullo mis raíces, que ellos puedan conocer con un
vivo ejemplo que las fronteras son solo límites que inventaron los hombres; pero
todo lo dicho eso ni se acerca a lo que ellos me han enseñado a mí, pues ser
maestra me ha hecho comprender que a los niños no les importa de dónde seas,
cómo seas, cómo hables o cómo luzcas; por el contrario, los estudiantes valoran
tu forma de ser con ellos, te abren las puertas y sus corazones sin prejuicios, estereotipos, ni discriminación,
porque los niños no ven lo malo, no juzgan sin conocerte. Además, un plus, les
encanta aprender palabras nuevas y diferentes.
En un mundo de fronteras y muros, nosotros los profesores debemos
ser los puentes.
La labor de los maestros trasciende todas la fronteras porque su fuerza está en el corazón
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