Por: María Paz Uguña Andrade
Estudiante, primero BGU
La vergüenza queda para el otro lado del mundo, porque cuando no tienes nada, lo único que queda es dignidad; sin embargo, es humillante decir que no te queda ni dignidad, solo tristeza y rencor. Solo las ratas le quedan por acompañantes y no hablo de roedores, sino de seres que ¨abogan por ti¨, según ellos, pero esos ¨amigos¨ le venderían a cualquier precio. ¨Eres un producto barato y horrible¨, dice toda la gente pulcra, nadie ve más que eso. Ella, en el fondo de su corazón, sabe que da asco. ¨Es una buscona, a ella solo le gusta el dinero fácil y rápido¨, dicen los educados por Dios y el mundo de la burocracia; ahí, ella, con lágrimas en los ojos pregunta ¨ ¿Qué dinero? ¨, si todo se lo lleva, todo, su ¨encubridor¨, su ¨protector¨, aunque realmente sea su vil explotador ¿Es tanto pedir decencia? Ella no tiene a nadie más, porque el destino la dejó de lado desde que nació. Ella tenía sueños simples como ser feliz y amada, pero ahora le toca decidir sí realizar todos los días ese miserable trabajo de zorra o irse a la calle. La verdadera pregunta era ¨ ¿vivir o morir? ¨, morir sonaba buena idea hasta que recordó que nadie la lloraría, como si se tratase de una funda de basura, botarán su cuerpo en algún lugar donde el agresor libre de culpa sepa que no la encontrarán jamás, porque, como afirman, ¨ella no vale nada¨. Irrisoriamente, el ser supremo la castigará por sus pecados, ese es el miedo de una persona desamparada, saber que ni a Dios le importa.
María Paz, tu escrito es una denuncia social, que conlleva aspectos objetivos y subjetivos exigentes e intransigentes propios del genero literario utilizado. Excelente!
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