Por: Gabriela Perachimba
Estudiante 1ro BGU
El colchón susurra suavemente a mi oído,
hecho un grito y respiro. La hora ha llegado.
Mis manos están frías, me duelen las pupilas.
Tengo prisa, no hay tiempo,
él se acerca y no es para algo bueno.
Escucho sus pasos lentos,
pero no lejanos.
El reloj dejó de girar,
ya no hay nada que pueda evitar.
Camino sin dar vuelta atrás, aunque sé que él me
detiene,
cada paso se acerca más y mi pulso se desvanece.
Estoy muriendo poco a poco
nadie nota mis heridas, esas que sí lastiman,
tenía tantas ganas de disfrutar mi vida.

No hay comentarios:
Publicar un comentario