MSSB
Nadie notó que Julio
Perepe había desaparecido hasta que su famélico cuerpo entró en estado de
putrefacción y, aunque mal-enterrado muy lejos de la plaza central, escandalizó
con su miserable olor a la clase más acaudalada, pues: ¨Apercibía incluso peor que cuando vivía¨, decían. Perfume de
muertos que se adhirió y percudió en cada grieta, en cada pared, en cada
rincón, en cada terno de casimir, en cada inconsciencia, en todas y cada una de
las miradas de los moradores de la antiquísima urbe, quienes aprendieron a
sobrellevar la hediondez, tanto que convivieron, aprendieron e incluso
desarrollaron un extraño gusto por la pestilencia de su querida ciudad, por la
fetidez de su disimulo.
En determinada, como Julio Perepe
no fue encontrado, ni sepultado ¿quién habría de rezarle al pobre diablo? Si
toda la comarca bien sabía que: ¨Rezar un padre nuestro por el indio muerto da
mal aire¨.
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