Por: Jhonny Guamán
Estudiante, 3ro BGU
Capítulo II
Después de una noche, regresa al campamento y busca a ese hombre, pero mientras caminaba, vio a un hombre que estaba en llamas sentado en una silla en medio de la calle. No gritaba, solo estaba ahí sentado mirando hacia el horizonte. Caminé por alado de él, pero en vez de una cabeza solo estaba un cráneo; no tenía nada, sus cuencas vacías, pero él no murmuraba, decía en voz alta una y otra vez Memento Mori. Se alejó y en una choza estaba ese hombre y le preguntó si hay alguna manera de salir. El hombre encapuchado se rio y le dijo: ¿Piensas que hay una forma de salir del infierno y de llegar al cielo? Sinceramente, no me interesa, pero se dice que hay una torre al noroeste, pero que no sé si será verdad.
Hombre: Lo voy a intentar; no es que tuviera otras cosas que hacer, debe haber una forma de salir.
Recogió un velo negro y se marchó hacia el noroeste. Cuando caminaba, escuchaba cómo el viento murmuraba palabras; lo estaba reprendiendo porque tomó la decisión de quitarse la vida, pero eso es lo que no entendía: ¿por qué sigo vivo si ya debo estar muerto? Abrumado le grita que se calle que él no sabe nada, pero a lo lejos vio a esa estatua demacrada, lo estaba siguiendo, molesto se intentó acercar, pero se alejaba, no entendía, pensó que por el sol empezaba a alucinar, siguió caminando, pero su garganta se empezaba a cerrar y sus ojos estaban cansados se repetía a sí mismo que este no es el infierno, que él en verdad debe estar en coma, vio para el cielo y vio como el sol, con una mirada, fijo lo juzgaba asustando y abrumado de lo que estaba pasando. Se refugió en una grieta, se intentaba convencer que esto no es real y que tenía que despertar. Gritaba, abrumado, rompió un pedazo del velo y lo usó como tapones, se quedó ahí por un día y una noche, salió cuando dejó de escuchar, recuperó el aliento. Su rostro se le veía demacrado, unos ojos sin brillo, pero con esperanza. Siguió al noroeste con esperanza de llegar al cielo, caminó y caminó evitando ver al sol y su mirada. A lo lejos vio a un hombre que parecía tener alas; estaba en medio de un círculo, tenía sus piernas recogidas, la cabeza agachada, sus alas lo cubrían, pero cuando más se acercaba, vio que sus alas eran de aves y cera; eran alas improvisadas. Lo que llamó la atención es que estaban quemadas; era Ícaro.
Hombre: Perdona, pero ¿te encuentras bien?
Ícaro: ¿Qué se te ofrece, hombre? ¿No ves que estoy secando mis alas?
Hombre: ¿Qué haces en este lugar?
Ícaro: No tengo la menor idea, pero hazte alado...