Por: Lizbeth
Estefanía Campoverde Méndez
Estudiante,
9no ¨A¨
En la bruma temprana de un alma en camino,
despierta la vida con voz de destino.
Adolescencia, jardín en revuelo,
donde el sol es un sueño y la luna un anhelo.
Camina el joven entre luces y sombras,
con pasos de duda, con alas de asombro.
No es niño ya, pero aún no es adulto,
vive en el filo del tiempo oculto.
El mundo le canta con voces diversas,
promesas doradas, mentiras dispersas.
Y entre esa tormenta de risas y miedo,
se busca a sí mismo en su propio reflejo.
Ama con fuerza, como si el latido
fuese el primero, jamás repetido.
Rompe y se rompe con cada emoción,
el corazón como un tambor sin razón.
Los amigos son faros, a veces tormenta,
manos que empujan, que a veces sustentan.
Juntos conquistan la cima y el valle,
con risas tan puras que el tiempo no falle.
Se mira en el espejo, no siempre se entiende,
el cuerpo le cambia, la mente le miente.
Siente que el mundo le queda muy grande,
pero sueña volar, aunque no tenga ande.
Los días son largos, las noches son fuego,
mil dudas se enredan en su propio juego.
Pero en medio del caos y la confusión,
nace una chispa: la transformación.
Porque crecer es también aprender a caerse,
a decir "no sé", a querer conocerse.
Es llorar sin razón, reír sin medida,
y hacer de lo simple, magia escondida.
Adolescente, viajero sin mapa,
tus pasos tambalean, pero el alma no escapa.
La vida te llama, aún sin respuestas,
con mil puertas abiertas, con mil lunas puestas.
Sigue, aunque tiemble el suelo que pisas,
aunque duela el eco de antiguas sonrisas.
Eres fuego, semilla, eres viento y canción,
un verso en proceso, un latido en creación.
Que lindos versos y describe una bella época de la vida y lo has hecho sonoro, rítmico y alegre. Excelente !
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