Por: Edward Álvarez
Estudiante, 1ro BGU
Ya no sé cómo se sale de esto.
El miedo me acorrala,
las inseguridades me siguen.
El pensar que mis pesadillas se hacen realidad,
el pensar que la gente tiene poder sobre mí.
Un ataque de ansiedad se apodera de mí;
el miedo me causa el dolor que siento,
las lágrimas que brotan sobre mí.
Los errores, el daño que me hicieron,
como eco, se apoderan de mí.
Las críticas,
porque no puedo ser como soy,
porque me tienen que juzgar,
porque no me pueden aceptar
tal cual como soy.
Los golpes de ansiedad
que día a día se hacen más grandes,
el dolor, las salidas nocturnas,
el caminar sin motivo,
el subir a un bus y no saber el destino;
quizás es una tranquilidad.
El no saber lo que siento,
el no saber si lo sientes,
el sobre-pensar de cada día,
el mirar el pasado y recordar
aquellos ecos de desprecio,
de miradas de odio,
de miradas donde no me aceptan.
Una autoestima en el piso,
un dolor en el alma,
un mirar de lo que quieres ser
pero no lo eres,
el pensar que tienes que ser aceptado,
el buscar la aprobación de unas personas
que ni siquiera te quieren.
La depresión no es tristeza;
la depresión es dejar sentir.
Quizás es mejor dejar de sentir,
pero dejas de sentir las ganas de vivir.
El no poder dormir,
el dolor de sobre pasar
el dolor de vivir.
Ya han pasado 3 años;
ya no sé ni quién era antes de esto.
Ya no me reconozco,
ya no sé quién soy
y parece que esto no acaba.
El recordar por qué te fuiste,
pero ver que llegaste a un lugar
donde quizás es peor,
donde nadie te acepta,
donde se sacan conclusiones de tu ser
solo por tu manera de ser.
El pensar que una persona
tiene el poder de destruir tus avances,
de pensar que con un simple comentario
me puedes destruir y hacer que odie cosas tan simples
como el contacto físico, las fotos y hasta tu voz;
el pensar que no soy aceptado
solo por lo que soy.
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